Conversación con una psicóloga en África

   Conversación con Marie Terese


     Marie Terese es una voluntaria de la tercera edad que lleva viniendo a la Pediatría de Kimbondo desde hace diez años por un período de tiempo de un mes. Aquí vienen varios jubilados a lo largo del año y se sienten muy realizados aportando sus conocimientos y su cariño. Ella, que es psicóloga, aconsejó de una manera tan exquisita a otra voluntaria, que quisiera compartir sus palabras con vosotros.

    Estaban hablando del trastorno depresivo, pero es aplicable a cualquier situación en la vida. La cuestión es que muchas veces nos quejamos porque no soportamos la actitud de alguien, o una circunstancia, o un trabajo… y nos enredamos en que por mucho que lo intentamos, no deja de irritarnos.
Pero, ¿por qué resulta difícil que tal circunstancia cambie? Porque tendemos siempre a creer lógico que el problema es ajeno a nosotros. El problema es siempre el otro. Sin embargo, no podemos pretender que el cambio se produzca en el otro. El cambio siempre tiene que salir de nosotros. Tengo que cambiar yo mismo. Cambiando yo, la situación cambia a la fuerza. ¿ Qué estoy haciendo, qué pensamientos estoy permitiendo, que palabras estoy diciendo? ¿ Son las más adecuadas? ¿ Es lo que el otro necesita, o sólo voy a conseguir que se sienta más juzgado? Cuando la persona que nos irrita es realmente importante para nosotros, o cuando el hecho, sea el que sea, no puede cambiar, la lucha tiene que ser de nuestra parte. Un combate que me ayude a variar tal pensamiento que conduce a sentimientos destructivos. Una actitud distinta, un comportamiento diverso. Y ya lo decía Einstein, intentar que algo cambie haciendo siempre lo mismo, no tiene ningún sentido.

     También comentaba que el pensamiento egocéntrico propio de la cultura occidental suele buscar acrecentar el yo, esperando una retroalimentación y respuesta satisfactoria de sus actos por los demás. Por ello cuando alguien no nos da esa respuesta, nos ofende. El hacer las cosas por el placer de hacerlas, el dar por el placer de dar, es mucho más gratificante y te ahorra quebraderos de cabeza.

      De la misma manera, mucha gente hace voluntariado esperando que sus acciones mejoren notablemente la cultura, la sociedad o la situación que se encuentran.- “ Estoy yo aquí, cómo es que todo sigue siendo igual” -decía con ironía. Esto provoca mucha frustración en gente que busca ayudar sin sumergirse en la nueva realidad distinta a la suya. No, no venimos a salvar el mundo, venimos a ser un grano de arena más, que, junto a otros, podrán influir algo en alguien. Es un trabajo de equipo.
" Puede que para alguien creyente sea más fácil no caer en la frustración', apuntó. " Saben que a Dios le gusta que hagan el bien y que la recompensa vendrá después de la muerte". Eso lo hace más llevadero. 

     Así que si has pensado en darte a los demás, hazlo empapándote de ellos, y no intentando que sean como tú. Da lo mejor que tienes, ama sin medida, porque el amor sí siempre se contagia, y hace feliz a quien lo da y a quien lo recibe.
   
   M. M

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