El padre de más de 600 niños

     Creo que ha llegado el momento de escribir sobre la persona que inició todo. Aquel hombre que junto con Laura Perna, (Mamma Koko) fundó un hospital para atender a los congoleses en Kimbondo y acabó siendo padre de muchos de ellos. “Nada de esto ha sido nunca pensado” , asegura el sacerdote, “simplemente hemos ido respondiendo a las necesidades de la gente, en especial de los niños, y hemos sido instrumento del proyecto que Dios ha querido hacer aquí”.

El padre vino a África hace cerca de 37 años. Enseñaba en el seminario. Pero una médico italiana le sugirió que abrieran juntos, ya que ambos eran médicos, un hospital para los pobres. Así surgió la Pediatría de Kimbondo. Sin embargo la situación en el Congo se volvió cada vez más difícil debido a las guerras y a la inestabilidad política, lo que a su vez acrecentó la pobreza y la desesperación de la gente. Por ello, sabiendo que ni el Padre, ni Mamma Koko desatenderían a sus hijos, muchas familias comenzaron a abandonarlos a las puertas del hospital. Treinta años después, sería difícil contabilizar la cantidad de niños que les consideran sus padres. 

     Actualmente hay cerca de 600, incluyendo a los orfanatos vecinos, que también dependen del padre, y cuyos niños le visitan constantemente. Pero si contabilizásemos , desde sus incios y añadiésemod los niños que hoy son adultos y ya no están, más los que murieron por diferentes enfermedades….tal número se multiplica.

El padre Hugo es una de las personas más fuertes que he conocido. Primero porque se ha fiado de Dios en tan grande empresa. Confía en la providencia, y es ciertamente admirable cuando tiene tantas bocas que alimentar, tantos sueldos que pagar, y la ayuda estatal es nula. Gracias a la contribución de donaciones desinteresadas y de ONG s que vienen aquí con proyectos de mejora y ayudas económicas, la Pediatría puede funcionar. Es fuerte porque, aunque a veces le angustie qué pasará cuando se muera, o el próximo fin de mes si no se recauda sufíciente para pagar las innumerables facturas, al final siempre encuentra la calma. Su fortaleza no es sólo espiritual, también física. Casi todos los voluntarios hemos contraído la malaria, y él es el único, que al día siguiente del diagnóstico, ya estaba en “ Mamma Koko” el llegar donde vivió y murió Laura Perna y recibe siempre a los visitantes. Al pie del cañón, saludando y mimando a sus niños, y ofreciendo galletitas a todo aquel que se pasara. Es fuerte porque ha invertido todo lo que tiene, en estos niños. Cada día, cada moneda…

En la cocina de los voluntarios ha colgado un cartel que dice” El Señor es mi Pastor, nada me falta”.

Recuerdo las palabras que me dijo cuando llegué: estos niños son un don de Dios, no lo olvides. Míralos así cada día, son un regalo que no merecemos. Y me asombro cuando pienso, que aunque he visitado orfanatos anteriormente, es la primera vez que conozco niños huérfanos con un padre. Un padre que les quiere, que les forma, que se preocupa por su futuro profesional, que les da todos los cuidados, y que está siempre para ellos. Sentado en Mamma Koko. Para el que lo necesite.

     Muchos de los niños que viven aquí tienen discapacidad, y recuerdo la frase que en ocasiones cita, y que también está pegada en alguna pared, para que a nadie se le olvide: “ Nosotros amamos la diferencia”. Ninguna persona es rechazada. Tampoco en su hospital. Si alguien no puede pagar el tratamiento o las medicinas, no se va a quedar sin ellos. Incluso han llegado a dejar a fallecidos aquí y el padre ha mandado fabricar ataúdes para ellos. “ No podemos perder de vista que lo importante es la persona, no el dinero”. Esto parece evidente, pero a veces actuamos como si no lo fuera. En más ocasiones de las que creemos. Por eso venir a África te ordena a ti, me decía el Padre. Crees que vienes a dar, y eres tú la que recibes. Es tu vida la que se ordena. El amor vuelve a ser lo primordial y llena tu vida. Eso es lo que le ha sucedido a él, el padre de más de 600 niños.

 M.M